Salió corriendo como puedo de aquel lugar y no volvió a parar hasta estar seguro de que no le seguían. Se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a aquel callejón a por sus cosas, ya que no le había dado tiempo a recogerlas.
Tal como había temido, sus pertenencias ya no estaban allí. Rechinó los dientes y atravesó las calles desconfiado, ajustándose la capucha constantemente por miedo a que le descubriesen. Tenían sus cosas; sabían quién era; y lo más importante: le habían quitado sus suministros.
Odiaba tener que ocultarse y vivir como un cobarde. No quería volver a la vida de antes, eso nunca. Volvió de nuevo al pozo y le pidió al hombre que se estaba sirviendo que le diese un trago de agua. Tenía la garganta seca y ya no podía contar con su botijo. Notó como un hulillo de sangre se le escurría por el labio. También le habían dejado varios moratones en las piernas y los brazos, pero eso no le preocupaba. Lo que le angustiaba era pensar que ya no podría moverse con la misma agilidad.
-Perdona - le llamó una voz a sus espaldas. Se giró y pudo ver a la niña que había ayudado antes, junto a la que parecía ser su madre. Ambas eran morenas, menudas y de ojos castaños.
Se acercó a la niña y le acarició el pelo, aliviado. Ya se temía que fuese otro de aquellos guardias o algo peor. Trató de auto-convencerse de que no pasaba nada, dedicándole una de sus sonrisas más encantadoras.
-¡Estás sangrando! -gritó la madre mientras sacaba un pedazo de la tela de su vestido y le limpiaba -disculpa a los aldeanos. Muchas gracias por salvar a mi hija. Por favor, déjanos agradecértelo.
Uriel hizo un gesto con la mano para indicarle que no era necesario.
-Por favor, por favor. Ven con nosotras - Uriel se quedó pasmado. No esperaba que nadie le rogase con tanta insistencia. Dudó unos instantes, pero al final acabó cediendo.
Pese a ser muy joven y aparentemente pobre, las dos muchachas tenían una carreta y una mula. Los tres se subieron y partieron hacia algún lugar. El que fuese. A Uriel no le importaba, con tal de que fuese lejos de allí, pero su alivio no duró mucho. El traqueteo de la carreta aumentaba a medida que se acercaban al centro de la ciudad. Las calles más transitadas sufren mucho desgaste y por eso es más difícil circular por ellas.
-No me he presentado. Me llamo Sara y esta es Nina -habló la mujer al llegar a su casa. El chico se limitó a sonreír tímidamente.
-¿No puedes hablar...? -le preguntó Nina.
-Puedo hablar, pero no suelo hacerlo. Gracias por vuestra hospitalidad - Uriel solía ser parco en palabras y pocas veces expresaba lo que pensaba.
-¿Puedo preguntarte cómo te llamas? - le dijo Sara.
-Me han llamado de muchas formas, pero, en realidad, sólo tengo un nombre que me han dado.
-Hablas de forma muy rara. Mamá, no lo entiendo.
-Hace tiempo empecé a ayudar a la gente por los pueblos, pero tuve que irme pronto. Se comentaban muchas cosas sobre mí y, tiempo después, me apodaron Uriel.
-¿"Uriel"? ¿Luz de Dios? ¿Cómo el de los milagros? -preguntó sorprendida Sara.
-Sí, como ese; -dijo sonriendo para sí mismo- para mí un nombre es una etiqueta. Es mucho más importante las acciones que dejamos atrás que el título que le ponemos. Al morir, mi nombre se desvanecerá, pero lo que he hecho quedará aquí hasta que decidan olvidarme. Eso es lo que pienso.
-Eres muy listo. -comentó Sara antes de ponerse a preparar la leña para hacer la comida- No parece que te guste hablar del pasado.
-No especialmente. Tengo... malos recuerdos.
Ambos dieron la conversación por finalizada y Uriel se ofreció a ayudar con la comida y a fregar los cacharros. Para contar con las pocas cosas que tenían, vivían bastante bien.
-¿Vas a salir? -preguntó Sara al ver que se acercaba a la puerta.
-Me temo que debo irme ya. He abusado de vuestra generosidad. Habéis sido muy amables conmigo, pero debo partir.
-¿Por qué, Uri? ¡Yo quiero que te quedes! -Nina tiró de su capa varias veces, con insistencia.
-Lo siento, Nina. Volveré a visitaros pronto -le sonrió de nuevo y agarró el pomo de la puerta.
-Yo tampoco quiero que te vayas -añadió Sara- todavía no te hemos devuelto el favor.
-Me basta con la comida y la compañía.
-Tú salvaste la vida de mi hija. -dijo con determinación- Jamás podré agradecértelo lo suficiente; deja que te ayude.
Sara no continuó la frase, pero ambos sabían lo que no había dicho. Le había dado pistas más que de sobra para saber lo que podía pasarles si se quedasen con él. Y, sin embargo, allí estaba ella, con esa mirada llena de decisión, hablándole de pupila a pupila. Uriel le pidió permiso con la mirada: "¿De verdad quieres hacerte cargo de alguien como yo?"; pero la mirada de la muchacha no se alteró lo más mínimo.
-Supongo que podría quedarme una temporada...
Uriel: Capítulo 4
-xXx-
Notas de Umiko: Lo cierto es que cuando escribí esta parte me había quedado mucho más filosófica y dramática que ahora. Me ha costado mucho suavizarlo, pero aún así ha quedado poco natural. Gracias a esto me estoy dando cuenta de cómo ha cambiado mi estilo de escritura y, aunque intento depurar y refinarlo un poco, está claro que la estructura es muy distinta a como narraría ahora. Ya lo veréis en la próxima obra ;)
Uriel: Capítulo 4
-xXx-
Notas de Umiko: Lo cierto es que cuando escribí esta parte me había quedado mucho más filosófica y dramática que ahora. Me ha costado mucho suavizarlo, pero aún así ha quedado poco natural. Gracias a esto me estoy dando cuenta de cómo ha cambiado mi estilo de escritura y, aunque intento depurar y refinarlo un poco, está claro que la estructura es muy distinta a como narraría ahora. Ya lo veréis en la próxima obra ;)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Con un comentario ayudas a que el blog crezca. No olvides ser siempre respetuos@ con los demás =))