lunes, 17 de julio de 2017

Blancanieves sobre hielo - Capítulo 5

Capítulo 5

Sabes que todo va mal cuando pasan los días y te importan cada vez menos las consecuencias de tus actos. Si tuviera que describir como me siento ahora mismo, no tendría palabras para reflejar todo lo que me está pasando. Parezco una planta a la que han sacado del tiesto y la han dejado con las raíces al aire, sin saber muy bien a qué agarrarse ni si conseguirá volver a brotar.

Llevo días viendo el móvil de soslayo, sin recibir una triste notificación de nadie. De algún modo, espero de forma inconsciente un mensaje, una llamada, una foto de Viktor, pero sé que es imposible. Ni si quiera sé por qué espero una situación en la que no quiero estar. Me duele y sé que a él también; por eso no va a pasar.

También llevo tres días sin salir de mi cuarto. Ni clases, ni entrenamientos ni nada. La primera vez que le dije a mi madre que no iba a ir, me vio tan mala cara que me creyó cuando le dije que no estaba bien. Y no lo estoy; pero ya no sé si es una excusa para no volver al instituto o si de verdad sigo hecho añicos como hace unas horas. No quiero volver a enfrentarme a esa situación; tener que ver a Viktor, aguantar los comentarios de mis compañeros… Dios, seguro que todo el mundo está hablando de lo que pasó el otro día en el pasillo. No quiero tener que aguantar que me juzguen y me señalen por un espectáculo tan lamentable.

Mi madre no sabía nada de Viktor; ni que me gustaba, ni que estábamos juntos ni mucho menos que discutimos ayer. Sabía que le admiraba como patinador, al igual que admiro a muchos otros, pero no creo que sea capaz de imaginarse lo mucho que me ha afectado esto y lo poco dispuesto que estoy para levantar cabeza. Llevan llamado dos días seguidos del instituto y mi madre siempre les ha respondido lo mismo: que me encuentro mal y que en seguida retomaré las clases; pero sinceramente, espero que ese momento no llegue muy pronto.

Desde mi cuarto escucho como suena el timbre de la puerta. No sé quién es, pero a estas horas de la tarde, dudo que sea el correo. Agudizo el oído y escucho la voz de Phichit hablando con mi madre. No quiero ni imaginarle qué le estará diciendo, pero no quiero que pase. No quiero ver a nadie, no quiero fingir que estoy bien. Noto una molestia en el pecho cuando escucho pasos subiendo las escaleras y rechino los dientes. Ahora no. No me apetece.

Yuri. — Dice llamando a la puerta. — Soy yo, Phichit. ¿Podemos hablar…?

Obviamente, no me apetece lo más mínimo, pero no soy capaz de ser demasiado borde con él. O tal vez sí.

No tengo ganas. — Respondo con franqueza. Él pasa igualmente y se sienta en la silla de mi ordenador.

Oye… No sé qué te ha pasado el otro día, pero tenemos que hablar.

No hay nada de que hablar. Contesto sin ganas.

Ah, ¿no? ¿Nada? — Dice con tono despreocupado, pero a la vez molesto. — ¿Qué tenías con Viktor? ¿Y por qué acabasteis a gritos en en la entrada del instituto?

No es asunto tuyo. — Le espeto como si nada. Decir que me da igual que se enfade conmigo, se me queda corto.

Sí lo es. Si estás así, sí lo es. ¿Te crees que te voy a dejar sufriendo solo? ¿Tan mal amigo te crees que soy?

Me extraña que siga pensando que somos buenos amigos, cuando en los últimos meses a penas hemos intercambiado unas pocas palabras. Lo más cercano que hemos estado fue el otro día antes de la prueba y tampoco es que fuese demasiado. Lo más probable es que él se sienta solo, igual que yo, y por eso se aferra a mí. La verdad, no tengo paciencia para lidiar con esto ahora mismo.

Sé que no lo eres, pero no quiero hablar de ello.

Si estabais saliendo juntos… — Dice dudando por dónde seguir la conversación. — Tal vez fue todo muy precipitado.

Me quedo callado, esperando a que siga hablando. No tengo la más mínima intención de intervenir ni de aclararle nada, pero que insista tanto en seguir sacando el tema hace que me moleste más de lo necesario. Le escruto con la mirada, al ver que está esperando una reacción por mi parte.

Mira, tienes razón, no es cosa mía. Pero lo de gritarle de todo en público fue un error. Deberías disculparte.

¿¡Yo!? — Exclamo indignado — Ni muerto. Se lo merecía. — Digo totalmente convencido, aunque una parte de mí sabe que no es cierto.

Eh, eh. — Me dice instándome a bajar el volumen. — Soy tu amigo, ¿recuerdas? Vengo a ayudar.

Pues no lo estás haciendo. — Comento con amargura, como si todavía quedase algo de veneno en mis palabras.

Sí que lo hago. — Recalca mirándome seriamente. — Creo que has tomado una mala decisión y que te vas a arrepentir de haberlo hecho. Por ahora es solo una discusión, pero si dejas que pase el tiempo, no volverás a hablar con él. Nunca.

Siento como cada una de sus palabras es una aguja que se me va clavando poco a poco. Tiene razón y sé que debo dársela. Echo de menos a Viktor y no quiero que desaparezca de mi vida, pero tampoco quiero darle la razón. Todo lo que le grité en el pasillo del instituto era cierto y siento que podía haber puesto más de su parte para que las cosas funcionaran. Tal vez no era ni el momento, ni el lugar, ni la forma de decirlo, pero no me arrepiento de haberlo hecho.

Yuri… — Dice preocupado. — No sé si le ves como tu padre, tu amigo, tu novio o tu ídolo, pero sea lo que sea, si no te tragas tu orgullo, perderás a alguien importante para ti. Y los dos sabemos lo duro que es.

Sus palabras siguen punzándome y noto como el estómago empieza a darme vueltas. Lo único que quiero ahora mismo es que se vaya y me deje desconectar del mundo. Me siento hasta mareado del estrés y la tensión. Tal vez debería tragarme el orgullo como dice, pero no me parece justo. Esto no es cosa mía; es todo culpa suya.

No tengo la culpa; no voy a disculparme si no he hecho nada malo. — Digo con sequedad.

Eso es lo de menos. — Dice quitándole hierro.— Lo haces por recuperarle, no por demostrar que tienes razón. Sé que le importas; lo sé desde que llegué al instituto. Si le pides perdón, aunque creas que no tienes la culpa, seguro que te perdona.

No creo que sea así. — Digo notándome más sensible. — Nunca me había hablado de esa forma y seguirá enfadado. Además, que yo tampoco quiero disculparme. — Entonces me doy cuenta de un pequeño detalle. — Pero oye, ¿cómo que desde que llegaste?

Viktor siempre te presta más atención que al resto.

No sé si reírme o si tomármelo como una broma de mal gusto.

Ah, sí, mucha atención. La misma que a sus compañeros de reparto. — Comento todavía dolido.

Sí, mucha atención. — Repite convencido. — Siempre te mira, hasta cuando no hablas.

Recuerdo haberme quedado mirándole yo a él un montón de veces, pero no me viene a la cabeza ninguna situación en la que fuese al revés o que nuestras miradas se encontrasen. Mentira. Todo mentira.

¿Y tú cómo lo sabes? — Le digo intentando pillarle en un renuncio.

— … Porque… yo le miro a él.

Espera, espera. Espera un segundo. Sé que esta frase tiene un doble sentido que no logro asimilar. ¿Qué? No, en serio, ¿Qué? ¿Está diciéndome que es gay también? No sé cómo tomarme la noticia, si alegrarme por mi amigo o cabrearme porque le guste mi novi… mi ex. Siento en mi interior tristeza y rabia a la vez, tanto que no sé ni cómo ponerme. Mi cara debe de ser un poema, porque en seguida empieza a hacer aspavientos con las manos.

No, no, no en ese sentido, te lo prometo. — Dice muerto de la vergüenza. — Yo solo le admiro como patinador y me fijo mucho en él para aprender. Pero no me gusta, para nada.


Ah, menos mal. Respiro aliviado, tratando de que no se me note demasiado, pero por su cara veo que se ha dado cuenta. ¿Por qué todos mis amigos tienen que conocerme tan bien? ¿Tan obvio es lo que estoy pensando? A lo mejor va a ser verdad que el problema lo tengo yo.

A parte, Yuri, no puedes olvidarte de algo muy obvio.

¿El qué?

Hace una pausa mientras elige las plabras correctas en su cabeza.

Viktor no es japonés. — Dice de forma sosegada. — Sé que es algo evidente, pero… a veces se nos olvida que los demás no le dan el mismo valor a las cosas que nosotros. No es que los japoneses seáis tampoco los más expresivos del mundo… pero sí que es cierto que Viktor es más retraído.

No sé si reírme por la estupidez que acaba de decirme, darle la razón, porque es algo muy obvio o fingir que no ha pasado nada y seguir con la conversación. Supongo que es su forma de justificar a Viktor como último recurso para que le pida perdón. No quiero dejarme convencer, pero a lo mejor lo hago.

Me da igual que sea ruso. Seguro que ahora mismo se lo está pasando genial con sus compañeros de reparto. Porque claro, para ellos sí que tienes tiempo.

¿Qué dices? — Exclama extrañado. — Desde que pasó lo del otro día, Viktor está fatal. Yakov no deja de echarle la bronca y están muy preocupados por lo que pasará con la obra. Puede que te parezca un témpano de hielo, pero las cosas también le hacen daño.

Eso sí que me enerva. O sea, que es culpa mía, Viktor es solo la víctima y debería pedirle disculpas por todo lo que le estoy haciendo. Pues no, no quiero. ¡Que asuma su parte de culpa y que se disculpe por haber pasado de mí desde que se anunció la función! ¿Que me mira de forma especial? Pues poco se lo he notado en todo el tiempo que estuvimos juntos. Podría haberse esforzado un poco más.

Seguro que ahora está destrozado. — Dice muy convencido. — Se le veía muy inseguro.

¡JA! Seguro que se lo está pasando pipa con sus compis chachi guays. ¿Qué te apuestas?

No es cierto. Viktor lo está pasando mal también.

¿Ah no? — Digo poniéndome en pie casi al instante, como un autómata. — Pues vamos a comprobarlo.

Empiezo a caminar hacia la puerta. Noto como el calor me empieza a subir de nuevo a las mejillas y el enfado se hace palpable. Voy a ir a esa maldita pista, demostrarle a Phichit que el muy cabrón se lo está pasando pipa con sus amiguitos de los cojones y reafirmar que no tengo por qué disculparme y asumir que se ha terminado para siempre.

¡Oye, espera! — Grita detrás de mí, cogiéndome de un brazo. — Tienes mal el tobillo, no puedes ir corriendo como si nada.

Pues vamos en autobús.

¿Por qué? ¡Es absurdo! Si solo vas para recriminarle más cosas, no va a servir de nada. Al revés, todo irá a peor. — Exclama alarmado. La idea no le gusta nada y lo veo reflejado en su rostro.

¿No querías que hablase con él? ¡Pues vamos!

Sigo caminando, esta vez bajando por las escaleras. Phichit parece haberse rendido y me sigue en silencio, sin opinar nada al respecto. Sabe que cuando me empeño con algo es imposible sacarme de ahí y va a tener que lidiar con ello. Le está bien por venir a incordiarme. No le veo la cara, pero sé que está frunciendo los labios y me mira sin saber qué decirme.

Al menos vamos en bus. Tienes que descansar ese tobillo.

Vale.


———————————————————

Cuando llegamos a la pista en la que estaban ensayando la obra, no hay prácticamente nadie. No quedan coches en la entrada y casi todas las luces parecen apagadas. Es bastante tarde y se supone que deberían estar acabando ya la sesión. Me dirijo a la puerta con decisión y tanteo el pomo. Está abierto, debe de haber alguien entrenando.

Yuri, para el carro. — Dice Phichit tratando de traerme algo de cordura. — Puede que estén cerrando y que ya no esté.

Ja. No conoces a Viktor. Hay luces dentro, ¿no? Pues está aquí. — Digo con toda confianza. — Él siempre es el último en marcharse.

Sé que estoy haciendo esto por pura cabezonería; por no darle la razón a Phichit; por reafirmar mis opiniones; por no dar mi brazo a torcer; para poder ponerle remedio a mi sufrimiento… Por volver a ver a Viktor.

Me deslizo por las escaleras procurando no hacer mucho ruido. Tengo que ir más despacio por el tobillo, pero no me importa lo más mínimo. No es que estuviéramos haciendo algo malo, pero tampoco quería que me vieran espiando los ensayos de la obra. Si Yakov se enterase me montaría un pollo y me dejaría sin entrenar. Aunque claro, ya no puedo entrenar por mi tobillo, por lo que debería darme igual.

Llegamos a la pista principal, donde hay tan solo un par de focos encendidos. La pista es espectacular y no tenía ni idea de que la escuela pudiera utilizar un recinto así. Las gradas son infinitamente mejores y más numerosas que las que tenemos en la pista del instituto, mucho más acolchadas y cómodas. Además, se nota que todo es reciente y nuevo y me da mucha rabia no poder disfrutar yo también de este sitio.

Le indico a Phichit que me siga y nos ponemos de un lado apartado de la pista para que no nos vean. Tal y como esperaba, yo tenía razón. Ahí está Viktor, con el chico malhumorado del casting que casi me mata con la mirada. Yurio, creo que se llama. Solo quedan ellos dos en la pista y se ve que están practicando en serio. La coreografía es, efectivamente, una maravilla y requiere mucha técnica y práctica. No me extraña que fueran tan exigentes en la prueba; yo dudo que fuese capaz de hacer algo así sin un año de preparación.

Ambos parecen muy compenetrados, moviéndose sincronizados a la perfección. No se escucha ninguna música, pero es posible que les hayan apagado el equipo de sonido por la hora. A penas se les ve con la poca luz que hay, pero me quedo fascinado por sus movimientos. En especial por los de Viktor.

Y en este momento es cuando mi estómago se encoge sobre sí mismo y empieza a engullirse poco a poco. Viktor tenía razón: me muero de envidia. Yo también querría patinar así de bien, tener esos entrenamientos, esa complicidad con Viktor… ese talento. “La gente como tú nunca logra nada en la vida”. Así me lo había dicho y ahora que les veo juntos, no puedo estar más de acuerdo. Nunca voy a poder ser como ellos. Al lado de estos monstruos, yo no soy más que una hormiga soñando con cruzar el mar.

Siento que una lágrima se me resbala por las mejillas de impotencia, mientras los veo girar muy pegados. Llevo llorando días sin parar, por lo que casi se ha vuelto algo rutinario. Todo es tan bello y a la vez tan triste para mí… Les tengo ahí al lado, pero es como si nos separase una barrera invisible además del hielo; como si Viktor nunca hubiese estado a mi alcance realmente.

Yuri… — Me susurra Phichit colocándome la mano sobre el hombro. — ¿Ves como solo estaba ensayan…? No llores…

Mierda, me ha visto. Sé que era casi imposible teniéndole al lado, pero no quería que Phichit me viera llorar. Sé que intenta ayudarme, pero soy incapaz de detenerme. Y ya cuando creo que ha pasado lo peor, ocurre algo que no me esperaba lo más mínimo. Un beso.

Se están besando. Viktor y Yurio se están besando. Solos. En medio de la pista. Y dudo mucho que sea una exigencia del papel. Noto como la boca se me abre de par en par, tanto que tengo que tapármela con la mano para no pegar un grito de la impresión. Phichit parece tan sorprendido como yo, pero me tira del brazo para decirme que lo mejor es que nos vayamos. Y es cierto, ya no tengo nada más que ver aquí.

No puede estar pasando. Decidme que no está pasando.

Ya es demasiado tarde.

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