domingo, 29 de marzo de 2015

Uriel: Capítulo 2


-¡Ahí está! -gritaron de pronto. 

El día ya había amanecido y varios hombres se encontraron a Uriel acurrucado en la esquina del callejón. Sabía que el toque de queda seguía vigente dentro de la ciudad, pero lo que no se esperaba era que le fuesen a encontrar en un mal momento como aquel.

-¡Ha infringido ley! ¡Debemos apresarle!

Los guardias se acercaron hacia él. Uriel podía apreciar la ira en sus ojos. Sabía que lo que le esperaba era algo más que una mera multa que pagar en especies; los caballeros en muchas ocasiones llegaban a  apalear a aquellos que no cumplían lo que ellos decían, fuese decretado por ley o no.

Lo bueno es que al fin entendía por qué nadie le había ayudado la noche anterior. Todos tenían miedo del rey y sabían que los que desobedecían sus órdenes lo pagaban caro. Sin embargo, por una vez habría preferido no recobrar la fe en la humanidad de aquella forma.

Todos los guardias vestían con túnicas de color pardo, por lo que no supo cuál de ellos fue el primero en darle un puñetazo en la cara.  Uriel no se movió ni un milímetro de donde se encontraba. Con el griterío, algunos curiosos se acercaron a ver el espectáculo.

Se levantó de pronto, de forma tan impulsiva que ni sabía ni lo que había hecho ni qué haría a continuación. Se escuchaban los cuchicheos de la gente; pensaban que era un ladronzuelo al que habían pillado infraganti. Cuando menos se lo esperaba, le atizaron otro golpe que hizo que se le cayera la capa al suelo.

Todos los presentes se arrodillaron. Pelo rubio con reflejos anaranjados, la tez muy pálida y los ojos dorados. Sabían quién era. Sólo había una familia en todo el país que tuviera esos rasgos.

-¡Señor! Nosotros... no sabíamos...

-Tsk - se ajustó la capucha y salió corriendo de allí. Si no se daba prisa, aquel sería el menor de sus problemas.

Caminó sin rumbo hasta bien entrada la tarde, pero después de tanto rato empezaba a estar cansado. No puedo evitar pensar en lo que ocurriría si se corriese la voz sobre dónde estaba.  Iba a pasar. Su padre se enteraría de dónde estaba y tendría muchos problemas... tal vez más de los que podía soportar.

En ese instante, se escuchó el grito ensordecedor de una mujer. No lo pensó dos veces y salió corriendo hacia el lugar de donde provenía. Una niña estaba gritando de miedo, aparentemente porque no podía respirar. Tenía las manos agarradas al cuello y la cara empezaba a ponérsele azul. Varios hombres trataron de calmarla, pero nada parecía funcionar. Empezaron a discutir entre ellos, ignorando los problemas de la niña y acabaron apartándose para pelear.

Uriel se acercó hacia ella, escurriéndose cual serpiente entre la multitud que iba en aumento. La rodeó levemente con sus brazos, la miró directamente a los ojos y le sonrió de forma inocente. La niña le devolvió la mirada extrañada y, de pronto, dejó de sentir ese nudo en la garganta. Todos los presentes se quedaron estupefactos ante el milagro que acababan de presenciar.

-¡Es un milagro!

-¡Farsante!

-¡Guardias, guardias!

El ambiente se puso muy tenso. Ahora sí que se había metido en problemas...


Uriel: Capítulo 3 

-xXx-

Notas de Umiko: A estas alturas ya sabréis en qué personaje me basé para crear a Uriel, ¿Verdad? ¿No? Bueno, pues ya os lo confirmo yo: Es Edward, de Fullmetal Alchemist. Recurdo que cuando escribí esta historia hacía poco que había acabado de ver el anime y seguía prendada de aquella historia. Espero que os haya gustado el "capítulo". Realmente esta historia la compuse como un conjunto -bastante largo, por cierto- y por eso es muy difícil encontrar los huecos apropiados para hacer divisiones.
Nos vemos n.n

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