Capítulo
4
Abro
los ojos. Estoy
en la enfermería.
Nada más llegar, me han examinado el pie y me han dado una ristra de
calmantes para tomarme en
los próximos días.
Me he lesionado el tobillo. Justo en el momento más apropiado.
Por
suerte no ha sido nada
grave
y podré empezar a entrenar en breve; el problema es que la obra es
un mes y no van a esperar a que me reincorpore. Realmente,
el haberme caído en la prueba ya era un claro indicio de que no me
iban a coger.
Me da mucha rabia; al despertarme me dijeron que uno de los papeles
podría
haber sido
mío.
Al
final, Viktor tenía
razón cuando me dijo que sí que valía para la obra. Al
final, tener tan pocas esperanzas no me habría servido para nada. Al
menos me
alegro de poder darle la razón en eso. El problema es que ya da
igual, porque no significa nada. Ya no podré formar parte de
Blancanieves
sobre hielo.
Prefiero
no pensar en todo lo que esto significa. Me siento decepcionado y
furioso y una parte de mí
lucha por no pegarse un tiro. Ya no es por la obra, ni por pasar
tiempo con Viktor; es por todo el retraso en mi carrera, todo lo que
tendré que recuperar cuando vuelva y la frustración de casi
conseguir el papel y quedarme a las puertas. Y ya no es solo eso,
sino que me perderé todas las oportunidades para que me vean los
ojeadores. Sé que todavía es pronto para mí, que
tengo más años para destacar,
pero me hacía ilusión que me ficharan pronto y poder quitarme esa
preocupación de encima; se ve que esta
vez no
podrá ser.
Mientras
pienso, me doy cuenta de que mi mundo se está
cayendo a pedazos, pero no soy muy consciente de ello. O, mejor
dicho, no quiero saber todo lo que eso implica. Mi mirada se desliza
por la habitación. Después de comprobar que no tenía nada
preocupante, me han dicho que descanse toda la mañana en la
enfermería mientras me buscaban
algo para amparar un poco el tobillo cuando camine. Por lo menos no
ha sido tan grave como para tener que utilizar muletas, pero el mero
hecho de tener que estar alejado del hielo un par
de semanas
hace que me sienta vacío y triste.
Cojo
el teléfono
que está en mi mesilla. Tengo un mensaje de mi madre diciendo que
vendrán a buscarme al mediodía. Por lo menos hoy no tendré que
volver a casa por mi cuenta y lo prefiero, aunque no sé muy bien
cómo voy a mirarles a la cara. Sé
todos los sacrificios que están haciendo para que yo esté aquí y
solo hace que me sienta peor conmigo mismo.
Entro
en la agenda para llamar a Viktor, pero al marcar su número me doy
cuenta en seguida de que está comunicando. ¿En
qué estaba pensando? ¿Cómo
va a contestar durante un entrenamiento? No creo ni que lo tenga
encendido. Le dejo un
mensaje en whatsapp, resumiendo lo que ha sucedido y me tumbo en la
cama para descansar un rato.
——————————————————
Cuando
llegó
mi madre a recogerme, estaba hecho
un manojo de nervios. Empezó a preguntarme
efusivamente si estaba bien, pero por mucho que le dijera que sí,
seguía insistiendo. El fisio la puso al corriente de la situación y
pareció quedarse un poco más tranquila, aunque yo sabía que seguía
angustiada por mí. Mientras volvemos a casa en coche, intento
distraerme y no escuchar lo que dice. Que si el deporte es peligroso,
que si estaban preocupados por mí, que si debería dejarlo… No te
preocupes, mamá. A este paso tendré que dejarlo tarde
o temprano.
Mi
mirada se desliza por la ventana, más
allá del horizonte. Tengo el teléfono en la mano, esperando a que
suene, esperando a que vibre; esperando. Esperando a tener algún
mensaje de Viktor, pero una y otra vez me encuentro con lo mismo:
nada. Intento tomármelo con calma y pensar que es normal, pero cada
vez estoy más inquieto. Sé que hoy había quedado con él para
volver juntos hasta mi casa. Espero que, ya que no voy a poder estar
con él, por lo menos no se quede esperando por mí en vano. Tal vez
debería llamarle después de comer, por si tuviera el móvil
encendido.
Al
llegar a casa, desisto de mirar a la pantalla. Pongo el sonido al
máximo
para enterarme si me llama y me siento en mi cama. Me han dado una
especie de tobillera
rara
que me ayuda a caminar sin mover el tobillo. Es increíblemente
incómoda,
pero por lo menos sé que es efectiva.
Suspiro intentando resignarme. Va
a ser un suplicio dormir con esto puesto.
Así,
tumbado en la cama, me vienen a la cabeza recuerdos de cuando empecé
a patinar. Más concretamente, cuando empecé a patinar. Recuerdo el
primer día que les dije a mis padres que quería ser patinador. Al
principio se lo tomaron a la ligera, pero me dejaron ir a un gimnasio
cercano en el que tenían clases para niños. El tiempo pasó y les
demostré que iba en serio, pero nunca tuve claro si ellos se
alegraban de mi decisión o no. Siempre me apoyaron, tanto económica
como moralmente, pero una parte de mí me susurra que habrían
preferido que tuviese un trabajo normal en lugar de aspirar a ser
deportista. Molesto por mis propios pensamientos, me levanto y me
siento delante del ordenador.
Entro
en internet
y empiezo a ver vídeos
de youtube. Ahora que no tengo entrenamientos, tengo todo el tiempo
libre del mundo. Aprovecho para ponerme al día en un montón de
temas que tenía abandonados por culpa del patinaje, aunque realmente
no me noto con ganas de hacer nada. Debería seguir manteniendo la
dieta y mis horarios de sueño, pero tampoco creo que tenga que ser
muy estricto si no puedo entrenar de todas formas.
Me
paso un buen rato embobado mirando la pantalla, hasta que me
sale en sugerencias un vídeo
de Viktor. Es el campeonato regional del año pasado, en el que se
clasificó para el mundial. Le echo de menos y no puedo de dejar de
mirar esa miniatura, sin decidirme a clickar
sobre ella.
Sé
lo aclamado que fue en ese torneo y lo insignificante que me sentí a
su lado. Yo también participé, pero no tuve ni una simple mención.
Quedé de los últimos, tan abajo en la lista que dudo que alguien
más recuerde que participé allí. Dudo que alguien si quiera me
recuerde, en general. Yo no soy como Viktor, yo no tengo fans ni sé
lo que es que te vayan a esperar al aeropuerto. Ahora mismo, todo
hace que me sienta desamparado del mundo, hasta algo tan obvio como
que Viktor ha triunfado y yo no.
Veo
que salen vídeos
algo más antiguos y acabo clickando
sobre uno de ellos, no sé si por masoquismo o por lo nervioso que
estoy al
no saber nada de él. Viktor parece mucho más joven que ahora; no es
que ahora no lo sea, sino que su cara transmite algo diferente. No
sabría muy bien por qué, pero tiene un aire más fresco y
desenfadado en el vídeo y eso que no ha pasado tanto tiempo. Hasta
aquel momento creo que no era demasiado conocido. Tal vez sea por
eso.
Aquí
fue donde empezó todo. Aquí fue donde empecé a admirarle, a querer
seguirle
de lejos. De alguna forma, esa sensación no me ha abandonado, porque
nunca sé qué espera de mí, de nosotros. Debería hablar con él de
lo nuestro, decirle que me siento intranquilo y frustrado… pero
también sé que no me atrevo. No me atrevo a decirle que tengo
dudas, que estoy preocupado, porque sé que le quitará hierro
como siempre; como si negara lo que me ocurre cuando se lo estoy
confesando. Y eso me rompería.
Necesito
decirle lo que siento y que lo acepte, que esté
a mi lado, sin intentar fingir que los problemas no existen y que
todo es maravilloso. Estoy comprobando en mis carnes que no es así,
que el no saber qué está pasando me está matando y que tengo miedo
de perderle. Definitivamente, tengo que hablar con él.
De
pronto me doy cuenta de que mis padres llevan todo el día
sin hacer ruido. Supongo que no quieren molestarme, pensando en si me
habría dormido o no. Estoy tan deprimido que no tengo ganas de hacer
nada. Me tumbo sobre la cama y me echo una siesta bastante larga.
Todo está tan tranquilo y tan calmado que no parece ni mi casa.
Cuando
me despierto, a través
de la ventana se cuelan unos rayos de luz anaranjados. Sí que ha
pasado tiempo, el suficiente para que empiece a ponerse el sol. Miro
el móvil, y veo que Viktor todavía no ha dado señales de vida. Y
yo me pregunto: ¿Cuál es el límite de lo establecido para
preocuparse? ¿Cuándo sé que me estoy excediendo y cuándo sé que
tengo que preocuparme de verdad?
Le
llamo otra vez y esta vez me salta el contestador. Cuelgo con el
corazón
en un puño, lleno de rabia. Sé que es normal. Sé que está
entrenando. Pero aun así no puedo dejarlo estar. Necesito hablar con
él, necesito escucharle y que me tranquilice, pero no tengo forma de
llegar hasta él. Noto como si corriera detrás de él, siempre
buscándole y esperando a que se apiade de mí y me haga caso. Me
siento una mierda.
Sé
que no es su culpa, sé que está justificado, pero no puedo
evitarlo. Me da igual que tenga motivos para estar ausente. Me
gustaría ver interés por su parte, que me buscase él a mí, que se
pusiera a mi lado… pero supongo que eso no va a pasar.
Cansado,
acabo bajando a relajarme al onsen. Mi familia vive y dirige unos
baños
públicos de aguas termales, principalmente para extranjeros, aunque
también lo frecuenta gente del barrio. Normalmente no me gusta ir a
los baños en sí, porque me resulta incómodo encontrarme con gente
que no conozco
de nada, pero hoy necesito calma. Siendo la hora que es, espero que
no haya nadie. Y efectivamente, la habitación está totalmente vacía
cuando llego y aprovecho para dejar que el calor del agua me relaje
un poco. Me
obligo
a dejar la mente en blanco durante
unos minutos.
———————————
Mi
ansiedad aumenta todavía
más al día siguiente. Ningún mensaje. Nada. Ni si quiera ha visto
mi mensaje de whatsapp. Intento tomármelo con calma, pero me siento
más
nervioso que nunca
y no se me ocurre a nadie con quién hablar del tema. Decido quedarme
un poco más en cama, ya que no tengo que ir al entrenamiento para
nada, pero no puedo parar de dar vueltas de un lado a otro. Procuraré
pasarme por la tarde para ver cómo le está yendo a Phichit, pero
tampoco tengo demasiadas ganas. Tal vez esto es una señal. Tal vez
debería hacer más amigos.
Al
cabo de un rato me levanto, incapaz de estar en la cama. Desayuno
tranquilamente y me voy hasta la parada del bus. Mi madre me ha dado
dinero para que vaya en autobús
a la escuela, por lo que la idea de encontrarme con Viktor a la
salida es prácticamente imposible. Aunque no puedo echarle la culpa.
No puedo andar tanto rato seguido con el tobillo así.
Cuando
llego al hall
del edificio principal, siento que se ha hecho un milagro. Veo a
Viktor que está
con un grupo de gente que no conozco, incluido
el chico rubio que me miró mal durante el
casting.
Puede que acabe de salir de su entrenamiento a puerta cerrada. Le
llamo desde una cierta distancia, ya que no puedo correr y no quiero
perderle de vista. Cuando se da cuenta de que soy yo, les dice algo a
los chicos y se van sin él,
esperándome estático donde estaba.
— ¡Viktor!
¿Dónde estabas? ¡Te he llamado un millón de veces! ¡Me tenías
muy preocupado! — Me sale del alma gritar esto último y a la vez
siento que se me quita un peso de encima al verle. Siento el impulso
de abrazarle, pero como estamos en público, me obligo a frenarme y
me quedo parado de pie a un metro de él.
— ¿Yo?
Entrenando. Estuve esperándote un rato en la salida, pero no venías
y los compañeros de reparto me invitaron a tomar algo.
— ¿Entonces
te fuiste por ahí? — Pregunto, incrédulo.
— Sí.
Como me vieron solo no
pude decirles que no y al final me quedé sin batería en
el móvil.
— Comenta
como si nada. —
Lo dejé cargando en casa, así que no pude ver tus llamadas. Lo
siento. ¿Qué ha pasado? ¿Qué tal el casting?
Antes
de contestar a sus preguntas, me quedo un segundo pensando. Con
todo lo mal que me lo ha hecho pasar… ¡Ya le vale!
¿Se
ha ido a tomar algo con los del reparto? ¿En serio? ¿Tan ocupado
está para mí y para ellos no tiene
problema en quedar? También me sorprende que nadie más le haya
contado lo que ha ocurrido, cuando
toda la escuela está hablando de mi caída.
Me cabrea mucho, pero antes de
soltarle todo esto,
tengo que contarle lo que me ha pasado.
— Ha
sido horrible. Ya no solo no me han cogido…
— Dudo
unos instantes antes de completar la frase. — Me he lesionado. El
tobillo. No creo que pueda patinar hasta dentro de una semana o dos
Se
me queda viendo, totalmente quieto.
— ¿Qué?
¿Te has lesionado? — Dice todavía perplejo.
— Sí.
— Admito con cierta vergüenza. — Me caí en un salto. Yo tampoco
sé lo que ha pasado. — Bajo la cabeza al notar su cara de asombro.
No quiero que vea lo afectado que estoy por
mi propia ineficiencia.
— Eso
es terrible. Si lo llego a saber habría
ido a verte en seguida. Lo siento mucho, Yuri. ¿Cómo te encuentras?
Parece
realmente preocupado, pero ahora mismo me da igual. Siento que no se
ha preocupado por mí. Sí,
lo siento. Eso es lo que me he estado diciendo a mí mismo estos
días. Lo siento, Yuri. Eres imbécil y te has cargado tu futuro.
Pero tú tranquilo, ¿eh? Que ya te aparecerá otra cosa.
Definitivamente, soy imbécil.
Noto
que Viktor también
tiene el impulso de acercarse a mí y abrazarme, pero le paro con una
mano. No quiero hacer esto aquí y encima tener que aguantar rumores
y cuchicheos.
— No
te disculpes. No es culpa tuya. — Comento, también
para evitar que se me acerque. — Lo único es que ya sí que es
imposible que patine contigo. — Digo muy bajito, casi sin mover los
labios.
Intento
hablar sin que se me quiebre la voz, pero sé
que por mucho que lo intente, se nota que prácticamente estoy
llorando. Hasta este preciso momento, no era consciente de lo que me
ha afectado la caída a nivel emocional. Ya no es solo tu futuro,
Yuri. Tu relación con
Viktor también se está hundiendo
poco a poco y no sabes cómo evitarlo.
— Es
una lástima.
— Repite, ignorando lo que le acabo de decir.— Me habría gustado
estar contigo.
— Y
a mí.
Pero no tenías tiempo. — Digo con un toque amargo. Es una mera
observación objetiva, pero está cargada de resentimiento. Y lo sé.
Y lo sabe.
Levanta
una ceja, como preguntándose
que de qué voy, pero no dice nada.
— No
podía
decir que no y sabes que no tengo elección con los horarios. —
Dice acariciándome el pelo. — Procuraré tener el móvil cargado
la próxima vez.
— No
es eso. No es por el móvil.
— Digo
todavía molesto. — Es
que parece que el tiempo nunca te llega para mí. Podría haberme
muerto en el hospital y ni te habrías enterado.
Viktor
nota que el ambiente ha cambiado radicalmente y aparta la mano de mí.
Y ahí está. No sé si son los calmantes, la rabia acumulada o la
tensión de no saber qué estaba pasando, pero me noto sincero.
Sincero
en el mal sentido; esa sinceridad con la que podrías
arrancarle la cabeza a alguien y sentirte poderoso y reafirmado al
hacerlo. Esa sinceridad cargada de resentimiento. La sinceridad más
hiriente de todas.
— Ibas
a una
prueba,
no pensé
que fuera tan importante.
— ¿Solo
una prueba? ¡Era muy importante para mí! — Esta vez sí que estoy
molesto. Para él, la obra no importa, porque ya está dentro de
ella, pero para mí significaba un cambio radical. Me jugaba mucho en
solo una prueba y
esperaba que me apoyase. Debería haber adivinado que él no lo vería
así. Sencillamente, no puede verlo así.
— Preferí
no molestarte porque pensé que te pondría más nervioso. Y los del
equipo teníamos hambre. Llevábamos horas patinando sin parar,
escuchando a Yakov y a Lilia echándonos la bronca todo el rato. Fui
a esperarte un rato al camino, pero cuando se dieron cuenta de que
estaba solo, me invitaron a cenar. ¿No crees que es lógico que les
dijera que sí? Fue solo una cena.
Noto
un calor interno que empieza a subir y a subir. No me entiende. No
entiende nada y no creo que pueda hacérselo ver. Siento como si me
hubiese relegado a un segundo plano y me duele ver que le da igual.
Antes de que me de cuenta, los celos se apoderan de mí y ya no puedo
volver atrás.
— ¿Y
por qué no es lógico que sea conmigo?
Y
ahí
está, otro hachazo. Noto algo ardiendo dentro de mi, revolviéndome
las entrañas sin
parar.
Como si todo lo que fuera a soltar ahora lo llevase cargado a las
espaldas y ya no pudiera más. No queda mucha gente en los pasillos,
pero la poca que hay, se nos queda mirando, adivinando
lo que se avecinaba.
— No
estás
en el reparto. — Dice molesto. — Y te recuerdo que eres tú el
que no quiere que nadie sepa que estamos juntos. Si fueras
oficialmente mi novio, tal vez alguien me habría dicho lo que te
había pasado y habría ido a verte a la enfermería. Pero no, para
todo el mundo soy tu amigo o ni si quiera eso. ¿En serio esperas que
la gente reaccione tal como quieres sin dar nada a cambio? Eso es muy
infantil.
Me
quedo estupefacto en el sitio. No
me lo puedo creer. ¿Me
está echando las culpas? Después de desaparecer durante horas,
dejarme con el corazón en la mano temblando de miedo, ahora me llama
infantil
a la cara. Porque
para él no soy más que un crío caprichoso.
Probablemente no pretendía decirme nada malo, pero me siento
atacado. Me
da igual que sea Viktor, ¿quién
se ha creído que es para
insultarme?
Noto el calor agolpándose en las mejillas.
— No
sé
qué pensarán de ti los que vayan contigo de juerga. Ah, no, que
somos patinadores. Se supone que nosotros no deberíamos salir de
fiesta. — Le
ataco por otro lado. La verdad, ahora mismo ni si quiera soy
consciente de lo que digo.
— Ah,
ahora es eso. Estás
celoso de que a mí me vaya bien y a ti no. — Dice mirándome con
pena. PENA.
Odio
que me miren con lástima, como si mereciese estar en una posición
inferior y sintieran compasión hacia mí. Estoy llegando a mi límite
y no sé qué va a pasar cuando lo cruce.
— ¿¡Qué!?
¿¡Por qué iba a estar celoso de ti!? — Grito
indignado. Si alguien no nos estaba mirando, ahora mismo, seguro que
lo está.
— Porque
soy un patinador profesional. — Me dice con su mirada clavada en la
mía.
— Un patinador que no necesita ojeadores para vivir de ello. Y tú
acabas de perder la oportunidad de tu vida y probablemente no vuelvas
a tener otra.
Ahí
está. Esa dosis de sinceridad que yo tanto buscaba. Era lo que
querías, ¿no, Yuri? Esa parte oculta de Viktor que sabías que
existía. Lo
que siempre veías a través de sus palabras de ánimo. En
ningún momento ha creído en ti. Solo te apoyaba por afecto, no por
talento. Lo que no esperabas… era que fuera a clavarte un puñal en
el pecho y ensañarse con la herida.
Las
palabras de Viktor me han sentado como un puñetazo
en el estómago; tengo ganas de
vomitar y me siento mareado.
Noto que las lágrimas se agolpan en mis ojos, pero lucho por
reprimirlas. No pienso dejar que me gane. No de esta manera.
— Al
menos yo no abandono a la gente que me importa por una estúpida
obra de teatro. — Le recrimino con rabia. Ahora mismo todas mis
palabras van cargadas de veneno y me da igual.
— ¿Abandonar?
No. Estaba ocupado y te dije que iba a estarlo.
— Ocupadísimo.
— Digo en tono burlón, mucho más alto de lo normal. La gente
empieza a arremolinarse y cuchichear.
— Pues
sí,
ocupadísimo. ¿O qué te crees? ¿Que el patinaje profesional es
tener casi todo el día libre? Pues no. Son jornadas intensivas.
— Los
patinadores tienen una vida más allá del hielo. — Le espeto con
resentimiento.
— Si
fuésemos patinadores, dudo mucho que tuviéramos mucho tiempo para
estar juntos. — Me dice como si estuviera soltando algo obvio.
— ¿Por
nuestras rigurosas rutinas? — Afirmo de nuevo, dolido y enfadado.
— Pues
sí.
— Dice con su tono frío de antes. — Y es algo que un simple
amateur
jamás
podrá entender.
Ya
está.
Esta es la gota que ha colmado el vaso. Siento
que una parte de mí a llegado al punto de no retorno. ¡Me
ha llamado amateur!
¡Como
si nunca hubiese competido contra él! Bueno, como si nunca hubiese
competido contra nadie en general. Sí, me ha ganado, pero eso no
me convierte en un mero aficionado.
Noto que me hierve la sangre y a partir de este momento, dudo que
pueda controlarme.
— ¡Deja
de tratarme como si fuera una mierda!¡YO COMPETÍ CONTIGO! ¡NO SOY
UN MALDITO AMATEUR! ¡Y SI NO LO ENTIENDES, ES QUE NI SI QUIERA ME
CONOCES!
— ¿Tratarte
como a una mierda?
¡JA! ¡Como si no me hubiese esforzado por hacerte sentir a gusto
conmigo! — Dice alzando la voz mucho más de lo normal, como si
hubiese explotado.— ¡Como si nunca me hubiese esforzado en darte
confianza! Pero, ¿sabes qué? ¡No
te la mereces!
¡Porque
la gente como tú nunca logra nada en la vida!
— ¿ME
ESTÁS LLAMANDO INÚTIL?
— ¡Eres
un ingenuo que se cree que todo le va a salir bien!
¡Además, siempre que hemos estado juntos me has rechazado de todas
las formas posibles! ¡Dudo que ni si quiera te guste!
— ¡CLARO
QUE ME GUSTABAS!
— ¡PUES
ME SIENTO USADO! — Me grita más fuerte que antes, con las lágrimas
cayéndole por las mejillas. — ¡COMO SI SOLO TE HUBIESES ACERCADO
A MÍ POR LA FAMA!
¡Me
acaba de llamar APROVECHADO
con toda las letras! Sé lo que estoy a punto de decir y no va a ser
agradable para nadie. No estoy tan fuera de mí para no razonar lo
que digo, pero una parte de mí me empuja a hacerlo. Me repito la
frase varias veces, sin saber muy bien si seré capaz de pronunciarlo
o no. Hazlo
—
Me susurra mi yo interno— Hazlo
y acabemos con esto de una vez.
— ¡SI
ESO ES LO QUE PIENSAS DE MÍ, NO VUELVAS A HABLARME EN LA VIDA!
Y
así
es como se destruye un sueño, un amor, un héroe. Cojo la alianza de
Viktor; ese anillo que tanto significó para mí. Me lo regaló al
poco tiempo de salir juntos y siempre lo he llevado encima de forma
disimulada. Lo miro y no veo más que una mentira materializada en un
trozo de metal. Siento rabia, asco y odio, todo la vez. Sé que le
voy a destrozar. Sé que no hay vuelta atrás, pero ya no puedo más.
Se acabó.
Cojo
el anillo en mis dedos, siento el frío
del metal en las yemas. Lo agarro con todas mis fuerzas y lo golpeo
contra el suelo, haciendo un sonido metálico ensordecedor. Viktor me
mira estupefacto, sin a penas cambiar la expresión de su cara. No se
lo esperaba, ni él ni nadie. El hall
se ha quedado en completo silencio, como si respirar fuera a empeorar
el momento. Está
dolido, más dolido de lo que me imaginaba.
— Muy
bien. — Dice en un tono seco, casi inexpresivo, después
de haber estado unos segundos en silencio. — Hemos terminado.
Viktor
se dirige a la salida, se saca su anillo, abre un cubo de basura y lo
tira dentro, yendo hacia clase sin mirar hacia atrás
un solo instante. Todos me miran, sin saber qué hacer y yo solo
tengo un impulso. Echo a correr, con el tobillo dolido y todo, sin
importarme una mierda si volveré a caminar bien o no. No siento el
dolor, no siento nada. Y de camino a casa, me echo a llorar en el
primer sitio sin gente que encuentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Con un comentario ayudas a que el blog crezca. No olvides ser siempre respetuos@ con los demás =))