Capítulo
5
Sabes
que todo va mal cuando pasan los días
y te importan cada vez menos las consecuencias de tus actos. Si
tuviera que describir como me siento ahora mismo, no tendría
palabras para reflejar todo lo que me está pasando. Parezco una
planta a la que han sacado del tiesto y la han dejado con las raíces
al aire, sin saber muy bien a qué agarrarse ni si conseguirá volver
a brotar.
Llevo
días
viendo el móvil de soslayo, sin recibir una triste notificación de
nadie. De algún modo, espero de forma inconsciente un mensaje, una
llamada, una foto de Viktor, pero sé que es imposible. Ni
si quiera sé por qué espero una situación en la que no quiero
estar. Me
duele y sé que a él también; por eso no va a pasar.
También
llevo tres días sin salir de mi cuarto. Ni clases, ni entrenamientos
ni nada. La primera vez que le dije a mi madre que no iba a ir, me
vio tan mala cara que me creyó cuando le dije que no estaba bien. Y
no lo estoy; pero ya no sé si es una excusa para no volver al
instituto o si de verdad sigo hecho añicos como hace unas horas. No
quiero volver a enfrentarme a esa situación; tener que ver a Viktor,
aguantar los comentarios de mis compañeros… Dios, seguro que todo
el mundo está hablando de lo que pasó el otro día en el pasillo.
No quiero tener que aguantar que me juzguen y me señalen por un
espectáculo tan lamentable.
Mi
madre no sabía
nada de Viktor; ni que me gustaba, ni que estábamos
juntos ni mucho menos que discutimos ayer. Sabía que le admiraba
como patinador, al igual que admiro a muchos otros, pero no creo que
sea capaz de imaginarse lo mucho que me ha afectado esto y lo poco
dispuesto que estoy para levantar cabeza. Llevan llamado dos días
seguidos del instituto y mi madre siempre les ha respondido lo mismo:
que me encuentro mal y que en seguida retomaré las clases; pero
sinceramente, espero que ese momento no llegue muy pronto.
Desde
mi cuarto escucho como suena el timbre de la puerta. No sé
quién es, pero a estas horas de la tarde, dudo que sea el correo.
Agudizo el oído y escucho la voz de Phichit hablando con mi madre.
No quiero ni imaginarle qué le estará diciendo, pero no quiero que
pase. No quiero ver a nadie, no quiero fingir que estoy bien. Noto
una molestia en el pecho cuando escucho pasos subiendo las escaleras
y rechino los dientes. Ahora no. No me apetece.
— Yuri.
— Dice llamando a la puerta. — Soy yo, Phichit. ¿Podemos
hablar…?
Obviamente,
no me apetece lo más
mínimo, pero no soy capaz de ser demasiado borde con él. O tal vez
sí.
— No
tengo ganas. — Respondo con franqueza. Él
pasa igualmente y se sienta en la silla de mi ordenador.
— Oye…
No sé qué te
ha pasado el otro día, pero tenemos que hablar.
— No
hay nada de que hablar. —
Contesto
sin ganas.
— Ah,
¿no?
¿Nada? — Dice con tono despreocupado, pero a la vez molesto. —
¿Qué tenías con Viktor? ¿Y por qué acabasteis
a gritos en en
la entrada del instituto?
— No
es asunto tuyo. — Le
espeto como si nada. Decir que me da igual que se enfade conmigo, se
me queda corto.
— Sí
lo es. Si estás así, sí
lo es. ¿Te crees que te voy a dejar sufriendo solo? ¿Tan mal amigo
te crees que soy?
Me
extraña
que siga pensando que somos buenos amigos, cuando en los últimos
meses a penas hemos intercambiado unas pocas palabras. Lo
más cercano que hemos estado fue el otro día antes de la prueba y
tampoco es que fuese demasiado.
Lo más
probable es que él se sienta solo, igual que yo, y por eso se aferra
a mí. La verdad, no tengo paciencia para lidiar con esto ahora
mismo.
— Sé
que no lo eres, pero no quiero hablar de ello.
— Si
estabais
saliendo juntos… — Dice dudando por dónde seguir la
conversación. — Tal vez fue todo muy precipitado.
Me
quedo callado, esperando a que siga hablando. No tengo la más
mínima intención de intervenir ni de aclararle nada, pero que
insista tanto en seguir sacando el tema hace que me moleste más de
lo necesario. Le escruto con la mirada, al ver que está esperando
una reacción por mi parte.
— Mira,
tienes razón,
no es cosa mía. Pero lo de gritarle de todo en público fue un
error. Deberías disculparte.
— ¿¡Yo!?
— Exclamo indignado — Ni muerto. Se lo merecía. — Digo
totalmente convencido, aunque una parte de mí sabe que no es cierto.
— Eh,
eh. — Me dice instándome
a bajar el volumen. — Soy tu amigo, ¿recuerdas? Vengo a ayudar.
— Pues
no lo estás
haciendo. — Comento con amargura, como si todavía quedase algo de
veneno en mis palabras.
— Sí
que lo hago. — Recalca mirándome seriamente. — Creo que has
tomado una mala decisión y que te vas a arrepentir de haberlo hecho.
Por ahora es solo una discusión, pero si dejas que pase el tiempo,
no volverás a hablar con él. Nunca.
Siento
como cada una de sus palabras es una aguja que se me va clavando poco
a poco. Tiene razón
y sé que debo dársela. Echo de menos a Viktor y no quiero que
desaparezca de mi vida, pero tampoco quiero darle la razón. Todo lo
que le grité en el pasillo del instituto era cierto y siento que
podía haber puesto más de su parte para que las cosas funcionaran.
Tal vez no era ni el momento, ni el lugar, ni la forma de decirlo,
pero no me arrepiento de haberlo hecho.
— Yuri…
— Dice preocupado. — No sé si le ves como tu padre, tu amigo, tu
novio o tu ídolo, pero sea lo que sea, si no te tragas tu orgullo,
perderás a alguien importante para ti. Y los dos sabemos lo duro que
es.
Sus
palabras siguen punzándome
y noto como el estómago empieza a darme vueltas. Lo único que
quiero ahora mismo es que se vaya y me deje desconectar del mundo. Me
siento hasta mareado del estrés y la tensión. Tal vez debería
tragarme el orgullo como dice, pero no me parece justo. Esto no es
cosa mía; es todo culpa suya.
— No
tengo la culpa; no voy a disculparme si no he hecho nada malo. —
Digo con sequedad.
— Eso
es lo de menos. — Dice quitándole
hierro.— Lo haces por recuperarle, no por demostrar que tienes
razón. Sé que le importas; lo sé desde que llegué al instituto.
Si le pides perdón, aunque creas que no tienes la culpa, seguro que
te perdona.
— No
creo que sea así.
— Digo notándome más sensible. — Nunca me había hablado de esa
forma y seguirá enfadado. Además,
que yo tampoco quiero disculparme. — Entonces me doy cuenta de un
pequeño detalle. —
Pero oye, ¿cómo
que desde que llegaste?
— Viktor
siempre te presta más
atención que
al resto.
No
sé si reírme o si tomármelo como una broma de mal gusto.
— Ah,
sí,
mucha atención. La misma que a sus compañeros de reparto. —
Comento todavía dolido.
— Sí,
mucha atención. — Repite convencido. — Siempre te mira, hasta
cuando no hablas.
Recuerdo
haberme quedado mirándole yo a él un montón de veces, pero no me
viene a la cabeza ninguna situación en la que fuese al revés o que
nuestras miradas se encontrasen. Mentira. Todo mentira.
— ¿Y
tú cómo lo sabes? — Le
digo intentando pillarle en un renuncio.
— … Porque…
yo le miro a él.
Espera,
espera. Espera
un segundo. Sé
que esta frase tiene un doble sentido que no logro asimilar. ¿Qué?
No, en serio, ¿Qué? ¿Está diciéndome que es gay también? No sé
cómo tomarme la noticia, si alegrarme por mi amigo o cabrearme
porque le guste
mi novi… mi ex. Siento en mi interior tristeza y rabia a la vez,
tanto que no sé ni cómo ponerme. Mi cara debe de ser un poema,
porque en seguida empieza a hacer aspavientos con las manos.
— No,
no, no en ese sentido, te lo prometo. — Dice muerto de la
vergüenza.
— Yo solo le admiro como patinador y me fijo mucho en él para
aprender.
Pero no me gusta, para nada.
Ah,
menos mal. Respiro aliviado, tratando de que no se me note demasiado,
pero por su cara veo que se ha dado cuenta. ¿Por
qué todos mis amigos tienen que conocerme tan bien? ¿Tan obvio es
lo que estoy pensando? A lo mejor va a ser verdad que el problema lo
tengo yo.
— A
parte, Yuri, no puedes olvidarte de algo muy obvio.
— ¿El
qué?
Hace
una pausa mientras elige las plabras correctas en su cabeza.
— Viktor
no es japonés.
— Dice de forma sosegada. — Sé que es algo evidente, pero… a
veces se nos olvida que los demás no le dan el mismo valor a las
cosas que nosotros. No es que los japoneses seáis tampoco los más
expresivos del mundo… pero sí que es cierto que Viktor es más
retraído.
No
sé
si reírme por la estupidez que acaba de decirme, darle la razón,
porque es algo muy obvio o fingir que no ha pasado nada y seguir con
la conversación. Supongo que es su forma de justificar a Viktor como
último recurso para que le pida perdón. No quiero dejarme
convencer, pero a lo mejor lo hago.
— Me
da igual que sea ruso. Seguro que ahora mismo se lo está
pasando genial con sus compañeros de reparto. Porque claro, para
ellos sí que tienes tiempo.
— ¿Qué
dices? — Exclama extrañado. — Desde que pasó lo del otro día,
Viktor está fatal. Yakov no deja de echarle la bronca y están muy
preocupados por lo que pasará con la obra. Puede que te parezca un
témpano de hielo, pero las cosas también le hacen daño.
Eso
sí
que me enerva. O sea, que es culpa mía, Viktor es solo la víctima y
debería pedirle disculpas por todo lo que le estoy haciendo. Pues
no, no quiero. ¡Que asuma su parte de culpa y que se disculpe por
haber pasado de mí desde que se anunció la función! ¿Que me mira
de forma especial? Pues poco se lo he notado en todo el tiempo que
estuvimos juntos. Podría haberse esforzado un poco más.
— Seguro
que ahora está
destrozado. — Dice muy convencido. — Se le veía muy inseguro.
— ¡JA!
Seguro que se lo está pasando pipa con sus compis chachi guays. ¿Qué
te apuestas?
— No
es cierto. Viktor
lo está pasando mal también.
— ¿Ah
no? — Digo poniéndome en pie casi al instante, como un autómata.
— Pues vamos a comprobarlo.
Empiezo
a caminar hacia la puerta. Noto como el calor me empieza a subir de
nuevo a las mejillas y el enfado se hace palpable. Voy a ir a esa
maldita pista, demostrarle a Phichit que el muy cabrón
se lo está pasando pipa con sus amiguitos de los cojones y reafirmar
que no tengo por qué disculparme y asumir que se ha terminado para
siempre.
— ¡Oye,
espera! — Grita detrás de mí, cogiéndome de un brazo. — Tienes
mal el tobillo, no puedes ir corriendo como si nada.
— Pues
vamos en autobús.
— ¿Por
qué? ¡Es absurdo! Si solo vas para recriminarle más cosas, no va a
servir de nada. Al revés, todo irá a peor. —
Exclama alarmado. La idea no le gusta nada y lo veo reflejado en su
rostro.
— ¿No
querías que hablase con él? ¡Pues vamos!
Sigo
caminando, esta vez bajando por las escaleras. Phichit parece haberse
rendido y me sigue en silencio, sin opinar nada al respecto. Sabe que
cuando me empeño
con algo es imposible sacarme de ahí y va a tener que lidiar con
ello. Le
está bien por venir a incordiarme. No
le veo la cara, pero sé que está frunciendo los labios y me mira
sin saber qué decirme.
— Al
menos vamos en bus. Tienes que descansar ese tobillo.
— Vale.
———————————————————
Cuando
llegamos a la pista en la que estaban ensayando la obra, no hay
prácticamente
nadie. No quedan coches en la entrada y casi todas las luces parecen
apagadas. Es bastante tarde y se supone que deberían estar acabando
ya la sesión. Me dirijo a la puerta con decisión y tanteo el pomo.
Está abierto, debe de haber alguien
entrenando.
— Yuri,
para el carro. — Dice Phichit tratando de traerme algo de cordura.
— Puede que estén
cerrando y que ya no esté.
— Ja.
No conoces a Viktor. Hay luces dentro, ¿no?
Pues está aquí. — Digo con toda confianza. — Él siempre es el
último en marcharse.
Sé
que estoy haciendo esto por pura cabezonería; por no darle la razón
a Phichit; por reafirmar mis opiniones; por no dar mi brazo a torcer;
para poder ponerle remedio a mi sufrimiento… Por volver a ver a
Viktor.
Me
deslizo por las escaleras procurando no hacer mucho ruido. Tengo que
ir más
despacio por el tobillo, pero no me importa lo más mínimo. No es
que estuviéramos haciendo algo malo, pero tampoco quería que me
vieran espiando los ensayos de la obra. Si Yakov se enterase me
montaría un pollo y me dejaría sin entrenar. Aunque claro, ya no
puedo entrenar por mi tobillo, por lo que debería darme igual.
Llegamos
a la pista principal, donde hay tan solo un par de focos encendidos.
La pista es espectacular y no tenía
ni idea de que la escuela pudiera utilizar un recinto así. Las
gradas son infinitamente mejores y más numerosas que las que tenemos
en la pista del instituto, mucho más acolchadas y cómodas. Además,
se nota que todo es reciente y nuevo y me da mucha rabia no poder
disfrutar yo también de este sitio.
Le
indico a Phichit que
me siga y nos ponemos de un lado apartado de la pista para que no nos
vean. Tal y como esperaba, yo tenía
razón. Ahí está Viktor, con el chico malhumorado del casting
que casi me mata con la mirada. Yurio, creo que se llama. Solo quedan
ellos dos en la pista y se ve que están
practicando en serio. La coreografía es, efectivamente, una
maravilla
y requiere mucha técnica y práctica. No me extraña que fueran tan
exigentes en la prueba; yo dudo que fuese capaz de hacer algo
así
sin un año de preparación.
Ambos
parecen muy compenetrados, moviéndose
sincronizados a la perfección. No se escucha ninguna música, pero
es posible que les hayan apagado el equipo de sonido por la hora. A
penas se les ve con la poca luz que hay, pero me quedo fascinado por
sus movimientos. En especial por los de Viktor.
Y
en este momento es cuando mi estómago
se encoge sobre sí mismo y empieza a engullirse poco a poco. Viktor
tenía razón: me muero de envidia. Yo también querría patinar así
de bien, tener esos entrenamientos, esa complicidad con Viktor… ese
talento. “La gente como tú nunca logra nada en la vida”. Así me
lo había dicho y ahora que les veo juntos, no puedo estar más de
acuerdo. Nunca
voy a poder ser como ellos. Al
lado de estos monstruos, yo no soy más que una hormiga soñando con
cruzar el mar.
Siento
que una lágrima
se me resbala por las mejillas de impotencia, mientras los veo girar
muy pegados. Llevo llorando días sin
parar,
por lo que casi se ha vuelto algo rutinario. Todo es tan bello y a la
vez tan triste para mí… Les tengo ahí al lado, pero es como si
nos separase una barrera invisible además del hielo; como si Viktor
nunca hubiese estado a mi alcance realmente.
— Yuri…
— Me susurra Phichit colocándome la mano sobre el hombro. — ¿Ves
como solo estaba ensayan…? No llores…
Mierda,
me ha visto. Sé
que era casi imposible teniéndole
al lado,
pero no quería que Phichit me viera llorar. Sé que intenta
ayudarme, pero soy incapaz de detenerme.
Y ya cuando creo que ha pasado lo peor, ocurre algo que no me
esperaba lo más mínimo. Un beso.
Se
están
besando. Viktor y Yurio se están besando. Solos. En medio de la
pista. Y dudo mucho que sea una exigencia del papel. Noto como la
boca se me abre de par en par, tanto que tengo que tapármela con la
mano para no pegar un grito de la impresión. Phichit parece tan
sorprendido como yo, pero me tira del brazo para decirme que lo mejor
es que nos vayamos. Y es cierto, ya no tengo nada más que ver aquí.
No
puede estar pasando. Decidme que no está
pasando.
Ya
es demasiado tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Con un comentario ayudas a que el blog crezca. No olvides ser siempre respetuos@ con los demás =))